lunes, 30 de septiembre de 2013

"LIQÜID, LA CIUDAD Y LA MEMORIA"

Tesis curatorial:
LIQÜID
La ciudad y la memoria
Imaginarios desde la ciudad de Quito

“… todas estas características de los fluidos implican que los líquidos, a diferencia de los sólidos, no conservan fácilmente su forma. Los fluidos, por así decirlo, no se fijan al espacio ni se atan al tiempo. En tanto los sólidos tienen una clara dimensión espacial pero neutralizan el impacto –y disminuyen la significación- del tiempo (resisten efectivamente su flujo o lo vuelven irrelevante), los fluidos no conservan una forma durante mucho tiempo y están constantemente dispuestos (y proclives) a cambiarla; por consiguiente, para ellos lo que cuenta es el flujo del tiempo más que el espacio que puedan ocupar. Ese espacio que, después de todo, sólo llenan “por un momento”. En cierto sentido, los sólidos cancelan el tiempo; para los líquidos, por el contrario, lo que importa es el tiempo. En la descripción de los fluidos, se cometería un error grave si el tiempo se dejara de lado. Las descripciones de un fluido son como instantáneas, que necesitan ser fechadas al dorso.”

Zygmunt Bauman
Modernidad Líquida

“Lo que si es nuevo es que éste es un mundo en el que tanto los puntos de partida como los puntos de llegada están en situación de fluctuación cultural, de modo que la búsqueda de puntos de referencia sólidos y firmes, necesarios a la hora de tomar decisiones de vida fundamentales, suele ser extremadamente difícil. Es en este tipo de atmósfera que las tradiciones invertidas, lo mismo que la etnicidad, el parentesco o cualquier otra seña de identidad, pueden llegar a ser procesos y fenómenos escurridizos; sobre todo, en cuanto que la búsqueda de certezas es constantemente frustrada por las fluideces de las comunicaciones transnacionales.”

Arjun Appadurai
La Modernidad Desbordada


Es preciso -como siempre lo ha sido- entender el agua y la relación con la sociedad no solo desde su dimensión utilitaria y funcional, sino creemos necesario “desviarla” hacia su dimensión estético-afectiva, no porque no consideremos que su itinerario funcional sea prioritario, mas creemos urgente sensibilizar aquella relación que coloca a estos dos protagonistas (sujeto-agua) bajo una proximidad de devoción, afinidad, contemplación o emotividad ya que ello nos posibilita nuevos vínculos en oposición a las relaciones inteligibles cuyos acercamientos tanto teóricos como prácticos siempre nos lleva a la obviedad propia del discurso  tediosamente reiterativo y monótono (acerca del valor del agua) al que estamos acostumbrados y cuyos efectos resultan mínimos ya que germinan bajo premisas autoritarias en itinerarios impositivos que no fomentan el cariño histórico del sujeto con su elemento vital.

Como prolegómeno de dicha relación podemos aludir la leyenda del mítico Quitumbe y su compañera Llira, quiénes luego del diluvio universal resultaron los únicos sobrevivientes al refugiarse en el volcán Pichincha, seguidamente y al descenso de las aguas, Quitumbe baja a las faldas para fundar Quito.
                                         
O la tradición oral del cronista quiteño el Padre Juan de Velasco quien afirma que el Panecillo o Yavirac como “Templo del Sol” poseía un observatorio astronómico con piedras planas horadadas en la superficie los cuales se llenaban de agua, utilizando como espejos de agua para ver las constelaciones, juntando los sistemas de creencia cósmicos y espirituales en una relación hombre-naturaleza y cosmos.

Apelo a estas dos leyendas que se desarrollan entre el mito y la historia solamente como un ejemplo del carácter de dicha relación, acarreando la realidad en la medida de su representación ficcional, logrando un giro estético de la epistemología[1], la cual a su vez, permite considerar el alcance de la ficción como conocimiento.     

Ya que exclusivamente cuando miramos “el agua” ya no desde un modelo discursivo y/o analítico, sino desde su dimensión estética podemos visibilizar un abanico de posibilidades mucho más amplio que el que el paradigma cientificista apoyado por la razón nos quiere profesar. 

De esta manera lo que proponemos a los artistas en el interior de este proyecto curatorial es elaborar dispositivos críticos que consigan generar fisuras dentro de la superficie de la realidad, viabilizando nuevos cauces por donde circulen los torrentes creativos de su trabajo, confluyendo en un heterogéneo conocimiento sobre el sujeto y su entorno líquido.
                                                                                 
Entonces, una vez que al “tratamiento sobre el agua” hemos logrado eximirlo de su rol discursivo, entramos en un nuevo juego de posibilidades, un nuevo reino que no se encuentra imperado por el dogmatismo de la razón.

Entendido así, el agua y los fluidos en general se desplazan con facilidad, se derraman, fluyen, se desbordan, salpican, se filtran, inundan, manan, exudan a diferencia de los sólidos, no es posible detenerlos ni ejercer un control sobre ellos, definen su propio e incierto destino ¡van a la deriva!

Tal como el situacionismo de Guy Debord[2] y su “Teoría de la deriva”[3] en el momento en el que como los líquidos, “vamos a la deriva”, establecemos una reflexión a las formas de ver y experimentar la vida urbana en el interior de la ciudad, desarticulando el proceso rutinario y seguro propio del “viaje planificado”; para embarcarnos en un juego de emociones. Este terreno pasional en el que se mueve la deriva -a su vez- debe avenirse a partir de la dependencia con su tejido social, permitiendo abrigar cuales son los micro-climas sociales que existen en el interior de una metrópoli (en este caso la ciudad de Quito).

Esta manera radical de percibir la ciudad (psicogeografía) nos traza mapas “hídrico-conceptuales” en donde podemos encontrar flujos, deslizamientos, corrientes constantes, torbellinos o puntos fijos dependiendo de la zona, ayuntamiento, barrio, suburbio, invasión o espacio en el que uno se encuentre. 

Asimismo el agua en su devenir produce otras formas de circulación, acomoda nuevos causes, erosionado todo a su paso, modifica el paisaje así como lo transfigura, lo transmuta, haciéndonos ver su huella, deja un rastro y es ese rastro, esa huella en forma de quebradas lo que más podemos apreciar a simple vista en la ciudad de Quito, incluso las huellas que se han querido borrar, como la de quebrada que el Doctor Francisco Andrade Marín rellenó y que hoy toma su nombre como la Plaza Marín[4] y muchas más, son el testimonio del poder y la imposibilidad a su vez de frenar tal circulación.
                                                              
Dicha circulación genera flujos hidrográficos pero también flujos financieros, flujos estéticos y flujos o fluidos corporales, entendiendo el ritual del amor así como flujos vehiculares, como la fuente en donde se comparte los fluidos, y derivan las pasiones, en un desborde de sentimientos.

El aumento del caudal frecuentemente conlleva desastres, inundaciones, desbordamientos; sin embargo, no todo desborde es malo; tal como lo expone Arjun Appdurai en su libro “La Modernidad Desbordada”[5] esa modernidad otra (en donde los medios de comunicación y las migraciones resultan los principales ángulos desde donde ver y problematizar este fenómeno) que desborda y colapsa el intento del proyecto moderno de occidente de unificar los relojes históricos del mundo en una “sola modernidad”, logrando que se produzca un nuevo orden de inestabilidad en la producción de las subjetividades modernas, que nos ha llevado a cuestionar cómo podemos ser posmodernos cuando ni siquiera hemos sido modernos.

Los desbordes también nos presentan otra cara, la del desmadre, del exceso, del momento festivo del carnaval como fiesta de la carne o también el fenómeno planteado por las teorías de los Estudios Culturales sobre la “carnavalización de la cultura”[6] como forma de desarticular la imposición de ese occidente céntrico, en donde la fiesta se resiste al proceso mercenario del trabajo[7] a manera de subversión cultural por lo que el recurso de “carnavalización” apela a la ironía, la risa y la máscara.

La clave hermenéutica que nos permite entender estas nuevas vías de conexión del sujeto con su entorno líquido, también nos da paso para poder comprender los tres estados del elemento vital que metafóricamente se nos despliega apegada a diversas filosofías:

“Siguiendo a Deleuze en sus comentarios sobre Bergson, podríamos decir que la ciudad continua ha devenido máquina cuadriculada donde conviven imaginarios sólidos, gaseosos  y líquidos, una molécula es una imagen, decía Bergson y justamente es una imagen porque es estrictamente idéntica a sus movimientos. Cuando los físicos hablan de tres estados de la materia (gaseoso, sólido y líquido) los definen ante todo por los movimientos moleculares diferentes, las moléculas no tienen el mismo movimiento en los tres estados. Pero siempre son imagen movimiento, es decir, de las vibraciones y los estremecimientos, sometidos sin duda a las leyes de relación de una acción y una reacción.”[8]

Entendido así tanto Guilles Deleuze como Zygmunt Bauman en su libro “Modernidad Líquida” coinciden en que los sólidos cancelan el tiempo, mientras que para los líquidos el tiempo es la esencia misma que le da peculiaridad a su estado.

Por otro lado, se encontraría Yves Michaud con su libro “El Arte en Estado Gaseoso” usando al igual que Jean Baudrillard, en “la Transparencia del Mal” la metáfora del gas (estado gaseoso) que lo invade todo, para explicar que la “estética” que era una propiedad exclusivamente del arte ahora lo ha inundado todo y absolutamente todo objeto es primero “estético” y luego cumple una función.
              
Así mismo, pero en un sentido más positivo se encuentra Adolfo Vásquez Rocca en “El giro Estético de la Epistemología. La Ficción como Conocimiento Subjetividad y Texto” quien nos dice que la expansión de las categorías estéticas “proporciona el único paradigma posible en las nuevas condiciones de nuestro trato con la realidad” por lo que la “Filosofía primera” se ha vuelto en un sentido elemental estética.

Sin embargo, mi experiencia personal con el “estado gaseoso” se traduce en los largos días de residencia que me ha llevado esta investigación en la ciudad de Quito[9], lo cual hizo que me localice -gracias a la hospitalidad de un amigo- cerca del redondel de la Floresta, zona invadida por la niebla del páramo[10] y el frío extremo que logra un aura especial dándole una carga de misterio fantasmal al espacio.

Esta tristeza que emana al menos cierta parte de la ciudad gracias a la neblina propicia cambios anímicos en el sujeto, aunando aun más relaciones del líquido con la morfología social.

Finalmente, después de toda esta lluvia de ideas y gracias a la emergencia del arte de generar momentos intempestivos, esperamos se activen en los artistas sus dispositivos de creatividad, para que elaboren universos semánticos o nuevos mundos interpretativos, los cuales apoyados en los temas del agua y su relación con la comunidad, ya sea en el sentido metafórico o real nos puedan demostrar que -sobre este tema- otro mundo es posible…


Hernán Pacurucu C.
Curador

COPYRIGHT © 2013 HERNAN PACURUCU



[1] Vásquez Rocca, Adolfo, Aisthesis Nº 39 Instituto de Estética, Pontificia Universidad  Católica de Chile,  
   2006.
[2] Guy Debord, “Teoría de la deriva”, en Internacional situacionista, vol. I: La realización del arte, Madrid,
   Literatura Gris, 1999.
[3] Teoría que encaja dentro de la propuesta más amplia de la psicogeografía y que se antepone a la idea
   de paseo, desatándonos de la rutina o de la jornada como elementos seguros de la planificación. 
[4] El relleno de la Plaza en donde se encontraba una quebrada fue realizado por suscripción pública para
   posteriormente ser llamada “Placeta Municipal”; sin embargo, el público prefirió llamarle con el nombre
   de su mentor, el Doctor Francisco Andrade Marín.
[5] Appdurai, Arjun, La Modernidad Desbordada. Buenos Aires, Ed. Trilce, 2001.
[6] Ver: Barbero, Martin, De los Medios a las Mediaciones, Comunicación, cultura y hegemonía (1987) o
   también Garcia Canclini en Culturas Híbridas: estrategias para entrar y salir de la modernidad (1989).
[7] Ver: Gadamer, Hans-Georg. La Espectacularidad de lo Bello, el arte como, juego, símbolo y fiesta.
   Barcelona: Paidós, 1991.                                                        
[8] Suárez, Cecilia, “Liqüid, Imaginarios Urbanos de la Santa Ana de las Aguas”. Catálogo de la muestra.
   2006.
[9] La ciudad de Quito, está situada al sur de la línea equinoccial en las faldas del cerro Atacazo, del volcán
    Guagua Pichincha y del del Rucu Pichincha, Quito se despeña desde los 2.850m. atravesada por el río
    Machángara.                              
[10] Bañada por una pluviosidad anual de 500 a 2000mm, la semi-húmeda ciudad de Quito tiene una
    temperatura media de 16 grados.






OBRAS:


                   Uma Derzu -Carlos Vaca-, El Breve Espacio. Fotograma de video (cortesía)


                            Danny Narváez. Sueño Biodegradable

                            Natalia Espinosa. Sedimento


                            Pablo Gordillo. Cueva de Agua


                              Rubén Darío Díaz Chávez.
                                       Quito sumergido en una gota. Prácticas de lo incierto. Micro realidades


                            Saskia Calderón. Monodía H2O

                                 Olmedo Alvarado. Sueño Biodegradable

                                   Angie Saez, Proyecto Réplica



                                               Paulina León, María Dolores Ortíz (Caleidoscopio Producciones)
                                                Donde los pájaros se comen a los peces y los peces se comen a los pájaros



                                       Larissa Marangoni. No soy yo, soy otro

Créditos de las imágenes: YAKU, Parque Museo del Agua y Carlos Vaca (Cortesía)

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