Tesis curatorial:
LIQÜID
La ciudad y la memoria
Imaginarios desde la ciudad
de Quito
“… todas estas características de los fluidos implican
que los líquidos, a diferencia de los sólidos, no conservan fácilmente su
forma. Los fluidos, por así decirlo, no se fijan al espacio ni se atan al
tiempo. En tanto los sólidos tienen una clara dimensión espacial pero
neutralizan el impacto –y disminuyen la significación- del tiempo (resisten
efectivamente su flujo o lo vuelven irrelevante), los fluidos no conservan una
forma durante mucho tiempo y están constantemente dispuestos (y proclives) a
cambiarla; por consiguiente, para ellos lo que cuenta es el flujo del tiempo
más que el espacio que puedan ocupar. Ese espacio que, después de todo, sólo
llenan “por un momento”. En cierto sentido, los sólidos cancelan el tiempo;
para los líquidos, por el contrario, lo que importa es el tiempo. En la
descripción de los fluidos, se cometería un error grave si el tiempo se dejara
de lado. Las descripciones de un fluido son como instantáneas, que necesitan
ser fechadas al dorso.”
Zygmunt Bauman
Modernidad
Líquida
“Lo que si es nuevo es que éste es un mundo en el que
tanto los puntos de partida como los puntos de llegada están en situación de
fluctuación cultural, de modo que la búsqueda de puntos de referencia sólidos y
firmes, necesarios a la hora de tomar decisiones de vida fundamentales, suele
ser extremadamente difícil. Es en este tipo de atmósfera que las tradiciones
invertidas, lo mismo que la etnicidad, el parentesco o cualquier otra seña de
identidad, pueden llegar a ser procesos y fenómenos escurridizos; sobre todo,
en cuanto que la búsqueda de certezas es constantemente frustrada por las
fluideces de las comunicaciones transnacionales.”
Arjun Appadurai
La
Modernidad Desbordada
Es preciso -como siempre lo ha sido-
entender el agua y la relación con la sociedad no solo desde su dimensión
utilitaria y funcional, sino creemos necesario “desviarla” hacia su dimensión estético-afectiva, no porque no
consideremos que su itinerario funcional sea prioritario, mas creemos urgente
sensibilizar aquella relación que coloca a estos dos protagonistas
(sujeto-agua) bajo una proximidad de devoción, afinidad, contemplación o
emotividad ya que ello nos posibilita nuevos vínculos en oposición a las
relaciones inteligibles cuyos acercamientos tanto teóricos como prácticos
siempre nos lleva a la obviedad propia del discurso tediosamente reiterativo y monótono (acerca
del valor del agua) al que estamos acostumbrados y cuyos efectos resultan
mínimos ya que germinan bajo premisas autoritarias en itinerarios impositivos
que no fomentan el cariño histórico del sujeto con su elemento vital.
Como
prolegómeno de dicha relación podemos aludir la leyenda del mítico Quitumbe y
su compañera Llira, quiénes luego del diluvio universal resultaron los únicos
sobrevivientes al refugiarse en el volcán Pichincha, seguidamente y al descenso de las aguas, Quitumbe baja a
las faldas para fundar Quito.
O la tradición oral del cronista quiteño el Padre Juan de
Velasco quien afirma que el Panecillo o Yavirac como “Templo del Sol” poseía un observatorio astronómico con piedras
planas horadadas en la superficie los cuales se llenaban de agua, utilizando
como espejos de agua para ver las
constelaciones, juntando los sistemas de creencia cósmicos y espirituales en
una relación hombre-naturaleza y cosmos.
Apelo a estas dos leyendas que se desarrollan entre el
mito y la historia solamente como un ejemplo del carácter de dicha relación,
acarreando la realidad en la medida de su representación ficcional, logrando un
giro estético de la epistemología, la
cual a su vez, permite considerar el alcance de la ficción como
conocimiento.
Ya que exclusivamente cuando miramos “el agua” ya no desde un modelo discursivo y/o analítico, sino
desde su dimensión estética podemos visibilizar un abanico de posibilidades
mucho más amplio que el que el paradigma cientificista apoyado por la razón nos
quiere profesar.
De esta manera lo que proponemos a los artistas en el
interior de este proyecto curatorial es elaborar dispositivos críticos que
consigan generar fisuras dentro de la superficie de la realidad, viabilizando nuevos cauces por donde circulen los torrentes
creativos de su trabajo, confluyendo en un heterogéneo conocimiento sobre el
sujeto y su entorno líquido.
Entonces, una vez que al “tratamiento sobre el agua”
hemos logrado eximirlo de su rol discursivo, entramos en un nuevo juego de
posibilidades, un nuevo reino que no se encuentra imperado por el dogmatismo de
la razón.
Entendido así, el agua y
los fluidos en general se desplazan con facilidad, se derraman, fluyen, se
desbordan, salpican, se filtran, inundan, manan, exudan a diferencia de los sólidos,
no es posible detenerlos ni ejercer un control sobre ellos, definen su propio e
incierto destino ¡van a la deriva!
Tal
como el situacionismo de Guy
Debord
y su “Teoría de la deriva”
en el momento en el que como los líquidos, “vamos a la deriva”, establecemos
una reflexión a las formas de ver y experimentar la vida urbana en el interior
de la ciudad, desarticulando el proceso rutinario y seguro propio del “viaje planificado”; para embarcarnos en
un juego de emociones. Este terreno pasional en el que se mueve la deriva -a su
vez- debe avenirse a partir de la dependencia con su tejido social, permitiendo
abrigar cuales son los micro-climas
sociales que existen en el interior de una metrópoli (en este caso la
ciudad de Quito).
Esta
manera radical de percibir la ciudad (psicogeografía) nos traza mapas “hídrico-conceptuales” en donde podemos
encontrar flujos, deslizamientos, corrientes constantes, torbellinos o puntos
fijos dependiendo de la zona, ayuntamiento, barrio, suburbio, invasión o
espacio en el que uno se encuentre.
Asimismo
el agua en su devenir produce otras formas de circulación, acomoda nuevos
causes, erosionado todo a su paso, modifica
el paisaje así como lo transfigura, lo transmuta, haciéndonos ver su huella,
deja un rastro y es ese rastro, esa huella en forma de quebradas lo que más
podemos apreciar a simple vista en la ciudad de Quito, incluso las huellas que
se han querido borrar, como la de quebrada que el Doctor Francisco Andrade
Marín rellenó y que hoy toma su nombre como la Plaza Marín
y muchas más, son el testimonio del poder y la imposibilidad a su vez de frenar
tal circulación.
Dicha
circulación genera flujos
hidrográficos pero también flujos financieros, flujos estéticos y flujos o
fluidos corporales, entendiendo el ritual del amor así como flujos vehiculares,
como la fuente en donde se comparte los fluidos, y derivan las pasiones, en un
desborde de sentimientos.
El
aumento del caudal frecuentemente conlleva desastres, inundaciones, desbordamientos; sin embargo, no todo
desborde es malo; tal como lo expone Arjun Appdurai en su libro “La Modernidad Desbordada”
esa modernidad otra (en donde los medios de comunicación y las migraciones
resultan los principales ángulos desde donde ver y problematizar este fenómeno)
que desborda y colapsa el intento del proyecto moderno de occidente de unificar los relojes históricos del
mundo en una “sola modernidad”,
logrando que se produzca un nuevo orden de inestabilidad en la producción de
las subjetividades modernas, que nos ha llevado a cuestionar cómo podemos ser
posmodernos cuando ni siquiera hemos sido modernos.
Los
desbordes también nos presentan otra cara, la del desmadre, del exceso, del
momento festivo del carnaval como
fiesta de la carne o también el fenómeno planteado por las teorías de los
Estudios Culturales sobre la “carnavalización
de la cultura”
como forma de desarticular la imposición de ese occidente céntrico, en donde la
fiesta se resiste al proceso mercenario del trabajo
a manera de subversión cultural por lo que el recurso de “carnavalización” apela a la ironía, la risa y la máscara.
La
clave hermenéutica que nos permite entender estas nuevas vías de conexión del
sujeto con su entorno líquido, también nos da paso para poder comprender los tres estados del elemento vital que
metafóricamente se nos despliega apegada a diversas filosofías:
“Siguiendo
a Deleuze en sus comentarios sobre Bergson, podríamos decir que la ciudad continua
ha devenido máquina cuadriculada donde conviven imaginarios sólidos,
gaseosos y líquidos, una molécula es una
imagen, decía Bergson y justamente es una imagen porque es estrictamente
idéntica a sus movimientos. Cuando los físicos hablan de tres estados de la
materia (gaseoso, sólido y líquido) los definen ante todo por los movimientos
moleculares diferentes, las moléculas no tienen el mismo movimiento en los tres
estados. Pero siempre son imagen movimiento, es decir, de las vibraciones y los
estremecimientos, sometidos sin duda a las leyes de relación de una acción y
una reacción.”
Entendido
así tanto Guilles Deleuze como
Zygmunt Bauman
en su libro “Modernidad Líquida” coinciden
en que los sólidos cancelan el tiempo, mientras que para los líquidos el tiempo
es la esencia misma que le da peculiaridad a su estado.
Por
otro lado, se encontraría Yves Michaud con su libro “El Arte en Estado Gaseoso” usando al igual que Jean Baudrillard,
en “la Transparencia del Mal” la
metáfora del gas (estado gaseoso)
que lo invade todo, para explicar que la “estética”
que era una propiedad exclusivamente del arte ahora lo ha inundado todo y
absolutamente todo objeto es primero “estético”
y luego cumple una función.
Así
mismo, pero en un sentido más positivo se encuentra Adolfo Vásquez Rocca en “El giro Estético de la Epistemología. La
Ficción como Conocimiento Subjetividad y Texto” quien nos dice que la
expansión de las categorías estéticas “proporciona
el único paradigma posible en las nuevas condiciones de nuestro trato con la
realidad” por lo que la “Filosofía
primera” se ha vuelto en un sentido elemental estética.
Sin
embargo, mi experiencia personal con el “estado
gaseoso” se traduce en los largos días de residencia que me ha llevado esta
investigación en la ciudad de Quito, lo
cual hizo que me localice -gracias a la hospitalidad de un amigo- cerca del
redondel de la Floresta, zona invadida por la niebla del páramo y
el frío extremo que logra un aura especial dándole una carga de misterio
fantasmal al espacio.
Esta
tristeza que emana al menos cierta parte de la ciudad gracias a la neblina
propicia cambios anímicos en el sujeto, aunando aun más relaciones del líquido con
la morfología social.
Finalmente,
después de toda esta lluvia de ideas
y gracias a la emergencia del arte de generar momentos intempestivos, esperamos se activen en los artistas sus
dispositivos de creatividad, para que elaboren universos semánticos o nuevos
mundos interpretativos, los cuales apoyados en los temas del agua y su relación
con la comunidad, ya sea en el sentido metafórico o real nos puedan demostrar
que -sobre este tema- otro mundo es posible…
Hernán Pacurucu C.
Curador
COPYRIGHT © 2013 HERNAN PACURUCU
Ver: Gadamer, Hans-Georg. La Espectacularidad de lo Bello, el arte como, juego, símbolo y fiesta.
Barcelona: Paidós, 1991.
La ciudad de Quito, está situada al
sur de la línea equinoccial en las faldas del cerro Atacazo, del volcán
Guagua Pichincha y del del Rucu Pichincha, Quito se despeña desde los
2.850m. atravesada por el río
Machángara.
OBRAS:
Uma Derzu -Carlos Vaca-, El Breve Espacio. Fotograma de video (cortesía)
Danny Narváez. Sueño Biodegradable
Natalia Espinosa. Sedimento
Pablo Gordillo. Cueva de Agua
Rubén Darío Díaz Chávez.
Quito sumergido en una gota. Prácticas de lo incierto. Micro realidades
Saskia Calderón. Monodía H2O
Olmedo Alvarado. Sueño Biodegradable