domingo, 3 de abril de 2016

EL BAILE DE LOS QUE SOBRAN escudriñando en la mente perversa de los dibujos de Julio Mosquera










“Únanse al baile de los que sobran
nadie nos va a echar de más
nadie nos quiso ayudar de verdad
Nos dijeron cuando chicos
jueguen a estudiar
los hombres son hermanos
y juntos deben trabajar
oían los consejos
los ojos en el profesor
había tanto sol sobre las cabezas
y no fue tal verdad
porque esos juegos al final
terminaron para otros
con laureles y futuros
y dejaron a mis amigos
pateando piedras”
Los Prisioneros


En un intento por perpetrar aproximaciones efectivas a esa mente perversa que habita en las obras de Julio Mosquera -el mejor dibujante sin duda que ha tenido este país-, intentaremos generar una dialéctica de sentido entre sus personajes, los cuales habitan en un mundo muy parecido al nuestro, el cual se establece en la concepción delirante del artista y cuyos protagonistas, a la vez que se presentan como grandes aristócratas de un mundo decadente y al mismo tiempo y por otro lado representan a la masa, esa masa sin nombre con la que nadie quiere relacionarse pero que al mismo tiempo todo ciudadano (y más aún el ciudadano político) esta pendiente de no hacer enojar.

Es por ello que para este análisis hemos dividido su producción en varias facetas, por un lado en su técnica, con los grandes murales, los videos, los objetos-fetos y los dibujos; por otro lado en su rol maquiavélico dentro de la obra, en burgués, en aristócrata y en masa, por otro esta en su apariencia; en feos, innominables y cariñosos; y finalmente por su nivel delirante en maniáticos, desquiciados, enfermos sexuales, perversos, asexuados perdedores y en los peores.

La masa enferma 

Esta masa surge más efectivamente en los murales y algunos dibujos, como ese grupo de individuos que no son nadie (los que sobran) los que nadie los desea, los que no tienen nombre pero que al ser cantidad poseen ese maravilloso don de decidir por el resto, la élite le llama “populacho enardecido”, algunos filósofos para su estudio lo denominan “multitud”, yo solo diré que son la masa enferma, masa que en ese transcurso de desaparición de la individualidad a favor de lo colectivo ha perdido identidad, masa que ya no es un ser, sólo es parte de un movimiento ectoplástico que lo absorbe todo a su paso, masa decadente de perdedores, muchos de ellos ni siquiera lo saben y se piensan intelectuales, millonarios o exitosos (sino miremos sus poses y sus actitudes), esa masa que cada gobierno usa para fines políticos y que llama votantes, pero al mismo tiempo y para su fin dialéctico y analizándolo desde otro lugar, en el mural estos personajes se sitúan seductoramente como exquisitos aristócratas embelesados en sus extravagantes orgías, dueños de su mundo conviven sin un tiempo definido (sin el tiempo apresurado de un trabajador asalariado).

Cuando decimos que todos los extremos se parecen tal vez lo podemos aplicar a estas personas que por un lado son monstruos deformes de la mente de un artista y por otro lado se vuelven tan familiares que podemos compararlos con un amigo un familiar o uno mismo.

Visto así, por un lado se nos viene la idea del grupo de guerreros que Zeus recluta en la famosa guerra de los Titanes, luego de que Cronos el padre de Zeus comiera a cada hijo suyo para que no se cumpla el designio de Urano, los guerreros reclutados luchan a favor de Zeus para defender el monte Olimpo, ya que Zeus los saca del Inframundo de Hades, a los guerreros se los mantenía presos como despreciables, un grupo (masa) de hecatónquiros, los cienbrazos y los cíclopes, quienes finalmente definen la guerra y cuyo botín se reparten entre lo hermanos rescatados del vientre de Cronos y es así que el dominio del cielo es para Zeus, el dominio del mar es para Poseidón y el del inframundo para Hades.

Y por otro lado y aunque también salidos del inframundo esta multitud de seres tales como obreros, como los desempleados de la plaza San Francisco, proletarios que abundan en los hospitales públicos o simplemente masa de gente (carne de cañón) de una marcha anti o pro gobierno. 

Los que sobran

Este proceso abarca a los objetos-fetos y dilucida lo despreciado y por tanto despreciable de la cultura, en una lectura poética sobre lo abyecto, el artista consolida sobre la base de una especulación semiótica lo tormentoso y transgresor. Al igual que en la historia del Minotauro, ese monstro producto de lo indeseable, del bestialismo entre la esposa del Rey Midas y su mejor toro, razón por la que fue conminado a un laberinto, ellos representan lo más bajo de la antigua Grecia, la creta antropofágica y salvaje que acusaba el prejuicio y temor en el ciudadano ateniense y a la que Teseo (apoyado por la razón) tendrá que sacrificar empezando de esa manera el poderío de Atenas.

Así mismo estos tempestuosos personajes apuntalan todo lo que la cultura de una “razón razonable” de occidente nos ha enseñado a odiar y que a pesar de estar en el interior nuestro (y por tanto pertenecernos) lo tratamos de alejar y separar para volverlos “el otro”, invisibilizando lo no aceptado culturalmente. 

Por otro lado, la conducta atestada de libertinajes, obscenidades y perversiones, (presente en los dibujos como en los videos) que a su vez nos vuelve embaucadores, pederastas, mentirosos, desviados, transgresores, violadores, pedófilos, zoofílicos y seductores, devienen en la cosecha de una colectividad sin gnosis, que a la falta de conciencia de su propia muerte, -tal como los dioses de la mitología- se despliega hacia conductas caóticas del desorden y la locura.

Los peores

Los peores en la obra de Mosquera son los mismos que Nietzsche llamaría en su trabajo “superhombre”, ese ejemplar humano que debe ser profundamente culto, bello y fuerte, independiente, poderoso, libre y tolerante, muy parecido a un dios pero que en la mente de Mosquera ejercen el poder cuando se visibilizan como exitosos, ya que se vuelven seductores y atrapan al espectador o la espectadora chupándoles la sangre, absorbiendo todas su energía para ofrendarla tal cual Márquez de Sade a lo mundano.

Entonces en esa huida de Apolo (el dios de lo puro) se entregan a Dioniso, el sátiro de la pasión y la orgía, en un juego dialectico de corrientes contrarias que comienzan a luchar en el interior de su espíritu.

Se nutren de frases como ésta: “no soy bella soy peor”, esta cita de Marie Dorval (actriz francesa del siglo XIX) tal como nos comenta el deslumbrante Baudrillard en su libro “Las Estrategias Fatales”, se alimenta del poder vertiginoso que produce la seducción reiterada sobre la fatalidad de su esencia, cuando entendemos que el mundo ha perdido su dialéctica de sentido que lo gobernaba, el mismo instante en que lo bello habría absorbido toda la energía de lo feo. De esta misma manera, tratamos de descifrar el despiadado tonelaje crítico que se contiene en esta frase, cuando superponemos a su fastuosa apariencia todo un mundo de significación que quebranta los preceptos de lo estatuido.
  
Esta frase reencarna el fin del juicio estético, ya nada puede ser medido por feo o bello, condenando la estética a la imposibilidad de juzgamiento sentenciándolo a la indiferencia absoluta. Categorías como el kitsch emergen después de todo a manera de placebo instantáneo prefabricado que pretende generar una ilusión de evaluación  en una suerte de lo que Baudrillard llama “el campo transestético de la simulación[1]; sin embargo, la ausencia del juicio de valor como realidad del mundo actual se convierte en estética contemporánea de un agnosticismo radical.

Fascinación perversa que se produce gracias a esta metafísica inmoral de no poder definir entre el bien y el mal: “todo lo que expurga su parte maldita firma su propia muerte. Así reza el teorema de la parte maldita”2 lo cual posee un efecto verídico en la manera banal en como apreciamos -y en su defecto entendemos- el mundo no sólo en su devenir estético sino más aun en su transcurrir absoluto, como una serie de secuencias frívolas de las cuales no interesa opinar porque igualmente su juicio de valor nos está vetado… ¡Estética de la liviandad¡


Hernán Pacurucu C.
Crítico y curador de arte contemporáneo



[1] Jean Baudrillard. La transparencia del mal. Ensayo sobre los fenómenos extremos. Traducción de Joaquín Jordá. EDITORIAL ANAGRAMA. 2010.
[2] Ibid

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