domingo, 14 de octubre de 2012

Tiempo de Crisis: Reflexionar desde las fisuras


Tiempo de crisis
REFLEXIONAR DESDE LAS FISURAS

“Las obras de arte nos preocupan únicamente en la medida en que ellas contienen medios susceptibles de modificar la realidad, la estructura del hombre y el aspecto del mundo. En otras palabras, el problema esencial reside para nosotros en esto: cómo la obra de arte se deja integrar en una concepción del mundo dada, y en qué medida ella la destruye o la supera.”

Carl Einstein



Mi trabajo como crítico de  arte se encuentra comprometido con develar los dispositivos críticos, una vez que comprendemos la práctica artística como una  “máquina de proliferación de sentido [1]  que a su vez, participa en los procesos de comunicación social, pero sobre todo comprendido no exclusivamente como un elemento de lo cultural, sino como una arma que se funda en el dominio de lo óntico. [2]

En un tiempo como el actual, “tiempo de crisis” profunda, es de vital importancia inclinar el debate hacia el cuestionamiento de los estamentos de la verdad tal como mantenía Kafka, que la estructura de una casa solo aparece cuando la edificación está en ruinas, o partiendo desde la lógica derridiana que formula un continuo desplazamiento de las significaciones; éste autor, invariablemente nos diría que “se escribe a dos manos” por una parte cumpliendo la normativa que rige a los conceptos y por otra parte se los disloca, descentrándolos hasta su diseminación. Esta puesta en “crisis” del modelo canónico que parte del “pensar desde las fisuras”, desde la eventualidad de lograr tambalear las estructuras, para a partir de las fisuras dejar ver estos nuevos universos interpretativos que dislocan o erosionan el “modelo”, son muy semejantes al “vivir peligrosamente” del pensamiento nietzscheano, una forma de situarse en la inseguridad.

Así también el ir a la deriva, que encontramos en la famosa “teoría de la deriva” del situacionista Guy Debord se exterioriza como una técnica de paso ininterrumpido a través de diversos ambientes, que se contraponen a la idea de viaje o paseo, porque no miden los riesgos propios de quien domina el cálculo de posibilidades y las variables posibles, sino en donde el azar juega un papel primordial. 

Mi búsqueda entonces está vinculada con encontrar prácticas artísticas que no encajan en el modelo de compresión para reparar en los paradigmas establecidos, la que le dota al arte y a los artistas, de una fuerza tal; posible de modificar la estructura ontológica del mundo, así la práctica artística y su carácter anómalo se tornan una suerte de “tropo” en el interior de una gramática  de la realidad[3].

Cuyo trabajo crítico consisten en producir una hermenéutica que nos permita el acceso a la obra del artista ya no sólo desde un modelo estético tradicional (reinar sobre la mirada) sino que nos permita reflexionar desde las fisuras que se originan en su roce con la razón, para que desde las grietas de esas ruinas poder cartografiar los dispositivos críticos siempre presentes en algunas de las más recientes producciones del Arte Contemporáneo.

Entendido así el giro epistemológico que sufriría la estética irónicamente nos sirve como la vía de escape y a la vez la única elección viable en el juego de la différance que nos llevaría a pensar que “otro mundo es posible”. [4]

Hernán Pacurucu C.








[1] En: José Luis Brea, La tarea de la crítica (en siete tesis), podemos ver que tanto la crítica como el arte poseen un carácter “anómalo” gracias a su disposición de ir contracorriente de toda convicción asentada en una suerte de auto-resistencia, contra sus propias pretensiones de posicionamiento tanto teórica como institucionalmente además de sus pretensiones de verdad.

[2] En este sentido y como bien lo explica Adolfo Vásquez Rocca, en El giro estético de la epistemología. La ficción como conocimiento, subjetividad y texto. Podemos encontrar que el arte contemporáneo no es un fenómeno aislado que corresponde al terreno especifico de las artes, sino algo que “recorre de modo transversal los fenómenos más cotidianos de nuestra vida. Las obras de arte no son, pues, objetos aislados del mundo y de su acontecer, sino más bien organizaciones imaginarias del mundo” por lo que la epistemología a dado un giro estético, convirtiendo a esta de un proceso social que gobierna la producción y consumo de objetos.    
[3] Como nos explica Horacio Cerutti en Filosofar desde nuestra América. (Ensayo problematizador de su modus operandi, México, CRIM/CCYDEL, UNAM/ Miguel Ángel Porrúa, 2000, p 158). “[…] de la realidad se parte y a la realidad se regresa, sin haber salido nunca de ella. La realidad es objeto del pensar filosófico y se la piensa para colaborar en su transformación, en aquello que tiene de insoportable por injusto”.

[4] Mundo en donde se reproduce la realidad la cual debe ser entendida como un campo de contradicciones, oposiciones y fricciones de las cuales se nutre las prácticas artísticas en su afán de generar estrategias discursivas que decanten en el debate de lo social para fundar conciencia colectiva, desde su reducto estético.
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