Tiempo de crisis
REFLEXIONAR DESDE LAS FISURAS
“Las obras de arte
nos preocupan únicamente en la medida en que ellas contienen medios
susceptibles de modificar la realidad, la estructura del hombre y el aspecto del mundo. En otras palabras, el
problema esencial reside para nosotros en esto: cómo la obra de arte se deja
integrar en una concepción del mundo dada, y en qué medida ella la destruye o
la supera.”
Carl Einstein
Mi
trabajo como crítico de arte se
encuentra comprometido con develar los dispositivos críticos, una vez que comprendemos
la práctica artística como una “máquina de proliferación de sentido” [1] que a su vez, participa en los procesos de
comunicación social, pero sobre todo comprendido no exclusivamente como un
elemento de lo cultural, sino como una arma que se funda en el dominio de lo
óntico. [2]
En
un tiempo como el actual, “tiempo de
crisis” profunda, es de vital importancia inclinar el debate hacia el
cuestionamiento de los estamentos de la verdad tal como mantenía Kafka, que la
estructura de una casa solo aparece cuando la edificación está en ruinas, o
partiendo desde la lógica derridiana que formula un continuo desplazamiento de
las significaciones; éste autor, invariablemente nos diría que “se escribe a dos manos” por una parte
cumpliendo la normativa que rige a los conceptos y por otra parte se los
disloca, descentrándolos hasta su diseminación. Esta puesta en “crisis” del modelo canónico que parte
del “pensar desde las fisuras”, desde
la eventualidad de lograr tambalear las estructuras, para a partir de las
fisuras dejar ver estos nuevos universos interpretativos que dislocan o
erosionan el “modelo”, son muy
semejantes al “vivir peligrosamente”
del pensamiento nietzscheano, una forma de situarse en la inseguridad.
Así
también el ir a la deriva, que encontramos en la famosa “teoría de la deriva” del situacionista Guy Debord se exterioriza
como una técnica de paso ininterrumpido a través de diversos ambientes, que se
contraponen a la idea de viaje o paseo, porque no miden los riesgos propios de
quien domina el cálculo de posibilidades y las variables posibles, sino en
donde el azar juega un papel primordial.
Mi
búsqueda entonces está vinculada con encontrar prácticas artísticas que no
encajan en el modelo de compresión para reparar en los paradigmas establecidos,
la que le dota al arte y a los artistas, de una fuerza tal; posible de
modificar la estructura ontológica del mundo, así la práctica artística y su
carácter anómalo se tornan una suerte de “tropo” en el interior de una
gramática de la realidad[3].
Cuyo
trabajo crítico consisten en producir una hermenéutica que nos permita el
acceso a la obra del artista ya no sólo desde un modelo estético tradicional
(reinar sobre la mirada) sino que nos permita reflexionar desde las fisuras que
se originan en su roce con la razón, para que desde las grietas de esas ruinas
poder cartografiar los dispositivos críticos siempre presentes en algunas de
las más recientes producciones del Arte Contemporáneo.
Entendido
así el giro epistemológico que sufriría la estética irónicamente nos sirve como
la vía de escape y a la vez la única elección viable en el juego de la différance que nos llevaría a pensar que
“otro mundo es posible”. [4]
Hernán
Pacurucu C.
[1] En: José Luis Brea, La tarea de la
crítica (en siete tesis), podemos ver que tanto la crítica como el arte poseen
un carácter “anómalo” gracias a su
disposición de ir contracorriente de toda convicción asentada en una suerte de
auto-resistencia, contra sus propias pretensiones de posicionamiento tanto
teórica como institucionalmente además de sus pretensiones de verdad.
[2] En este sentido y como bien lo explica
Adolfo Vásquez Rocca, en El giro estético
de la epistemología. La ficción como
conocimiento, subjetividad y texto. Podemos encontrar que el arte
contemporáneo no es un fenómeno aislado que corresponde al terreno especifico
de las artes, sino algo que “recorre de modo transversal los fenómenos más
cotidianos de nuestra vida. Las obras de arte no son, pues, objetos aislados
del mundo y de su acontecer, sino más bien organizaciones imaginarias del
mundo” por lo que la epistemología a dado un giro estético, convirtiendo a esta
de un proceso social que gobierna la producción y consumo de objetos.
[3] Como nos explica Horacio Cerutti en
Filosofar desde nuestra América. (Ensayo problematizador de su modus operandi,
México, CRIM/CCYDEL, UNAM/ Miguel Ángel Porrúa, 2000, p 158). “[…]
de la realidad se parte y a la realidad se regresa, sin haber salido nunca de
ella. La realidad es objeto del pensar filosófico y se la piensa para colaborar
en su transformación, en aquello que tiene de insoportable por injusto”.
[4] Mundo en donde se reproduce la realidad
la cual debe ser entendida como un campo de contradicciones, oposiciones y
fricciones de las cuales se nutre las prácticas artísticas en su afán de
generar estrategias discursivas que decanten en el debate de lo social para
fundar conciencia colectiva, desde su reducto estético.
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