1.- El arte, o las producciones artísticas contemporáneas -para usar
términos correctos- expuestas así, resultan ser un documento “social”, social
entendido no sólo desde una perspectiva vinculada con un lineamiento ideológico
(socialismo), sino más bien entendida desde los parámetros amplios que nos ofrece
el término “sociedad”, lo cual nos permite comprender al arte en cuanto es
pensado, exhibido y discutido por un grupo colectivo humano -cualesquiera que
éste sea-, desde el amigo al que mostramos nuestra obra, hasta el jurado
(curador, crítico, galerista, etc.) especializado, que reflexionará
teóricamente sobre ésta; es decir, la existencia de la obra sujeta a su
coexistencia dentro del tramo social, es la que consiente la razón de ser de
ésta, en tanto así el mensaje se torna capital dentro de la misma.
2.- Madurado así, el mensaje desplaza de plano la estética -cualquiera
sea ésta- y valora el contenido, por lo que damos paso a un insólito proceso
del arte contemporáneo, un arte de concepto, no únicamente vinculado a los
procesos lingüísticos e ideáticos de los sesentas y cuyo nombre de una u otra
forma coincide con esta propuesta: el conceptualismo norteamericano e inglés,
sino que vamos más allá al entender que el uso del arte como concepto no es
únicamente propiedad de esta tendencia, sino la trasciende a extremos nunca
antes vistos “tal vez sea posible, incluso aclarar aspectos cruciales de un
proyecto que se ha subestimado y cuyos objetivos no sólo se opusieron al arte
mismo sino que lo trascendieron, esto es, el proyecto de nadar entre dos aguas en
medio de una cultura “no-subordinada” a los cánones metropolitanos o centrales.
Es pues, desde los límites cambiantes de esta utópica búsqueda que las
prácticas eclécticas constituyentes del Conceptualismo en América Latina deben
ser enfocadas”.
3.- El propósito de estas formas de arte -que constituyen parte de las
tantas miradas que a su vez, proliferan, desde que el planteamiento posmoderno
ha dividido al mundo en varias visiones del mundo-, entonces decimos, estaría
más próximo a la responsabilidad que carga sobre sus hombros el productor
artístico, al ser el constructor de imaginarios colectivos, resulta entendible,
que en este traslado de pensamientos es en donde el productor artístico debe
tener la suficiente madurez como para que no deba seguir reivindicando la
banalidad de una sociedad del espectáculo que nos aniquila por su enorme
cantidad de vacío, es entonces, responsabilidad del arte y del productor
artístico viabilizar esa carga de contenido -productividad de sentido- que la
obra de arte -producción artística- conlleva al interrelacionarse dentro del
gran colectivo donde ésta se aloja.
4.- Entender al arte contemporáneo como un fenómeno que rebasa los
límites de lo que hasta este momento la institucionalidad artística ha definido
como arte, lo cual a su vez permite reestructurar radicalmente tanto a la
crítica como a la teoría del arte, obligando a repensar sobre los cimientos de
tales estructuras, por lo tanto los difusos <<bordes>> que dividen
al arte y a los artistas de los activistas y militantes políticos resultan, en
tal punto, casi invisibles; lo cual produce a su vez, la fluidez de estos
artistas que admiten generar nuevos y radicales discursos lejos de la
concepción moderna del término, fluyendo hacia nuevas y desconocidas maneras
que finalmente se proyectan con una carga gnoseológica hacia su sociedad para
llenar ese compacto vacío ontológico del mundo.
Extracto de la curaduría
Hernán Pacurucu C.
0 comentarios :
Publicar un comentario